La fiesta del terror

Nunca he sido amante de importar costumbres o tradiciones lejanas, precisamente porque nos son lejanas y ajenas. Además, si eso va unido a fines comerciales, snobs o simplemente a este vulgar interés por la imitación, aún lo entiendo menos. No es que me cierre a nada, pues todo enriquece, pero si eso tiene que ir en detrimento de otras costumbres con menos marketing detrás… pues eso, que me quedo con ellas, ya que lo mío se ve que siempre han sido las minorías.

A pesar de todo, debo decir que de siempre me ha hecho gracia esta tradición anglosajona del Halloween, sobre todo porque une elementos que a un niño siempre llaman la atención: el miedo, los muertos… Lo sinietro, en definitiva. Es cierto que en la tradición española de la Noche de Difuntos también se encuentran estos elementos, pero como aquí parece prohibido frivolizar con la muerte y todo lo que la rodea, al final hemos tenido que conformarnos con las visitas a los cementerios, las misas de difuntos y otras cosas igual de aburridas para los niños, e incluso para los mayores.

Los anglosajones, en cambio, tratan el tema de la muerte de otra manera. Para empezar, la fiesta de Halloween es eso, una fiesta. Y en ella tienen cabida los monstruos sin cabeza, los esqueletos cachondos y los caramelos, bombones y otros dulces de formas macabras. A partir de hoy también tendrán cabida en este blog estas divertidas y despreocupadas demostraciones erótico-festivas del Halloween (¡¡lo que hay que hacer para que cuatro salidos lean este blog!! ¡¡Con la de artículos culturales que he hecho!!)