viernes, junio 13, 2008

A Coruña: unha cidade e as súas contradicións


Toda ciudad tiene sus contradicciones, y A Coruña -por allí, por donde la península se peina su rizado flequillo- no podía ser menos. Conocí la ciudad, muy por encima, hace unos tres veranos más o menos... y me pareció moderna, en contraste con los pueblos gallegos, tan bellos... pero tan tradicionales. Me pareció que era una ciudad que se esforzaba por abrirse al mundo, o al menos al resto del país, y hoy me ha parecido una ciudad empeñada en abrirse lo justo; sólo lo justo.

A Coruña es una ciudad que ha dependido siempre del mar, pero que ahora se gana la vida haciendo jerseys y pantalones a pocos kilómetros. Inditex, el imperio de la moda española (Zara, Massimo Dutti, Berska, Pull & Bear, etc.), ha tejido una gran red que alcanza a toda la provincia, y ha puesto esta esquina de Europa en el centro de la producción textil mundial.

A Coruña presenta unos equipamientos culturales que ya los querrían muchas ciudades incluso mayores -allí está ese Palacio de la Ópera, con cascada incluida-, pero a la hora de la verdad la programación es escasa e insuficiente. Sus grandes centros de arte aguantan las exposiciones hasta cinco meses, pero no por afluencia de público sino para economizar y rentabilizar, se supone, unos centros que no tienen presupuesto para más. Al igual que en muchas ciudades españolas -las catalanas incluídas- se prima más el continente que el contenido... Craso error que luego pagamos (en los dos sentidos) todos los ciudadanos.

A Coruña es una ciudad que vive de cara al mar, pero en cambio creó su primera gran superficie comercial absolutamente cerrada, sin ventanas, sin visión del exterior... y eso que se construyó en el mismo puerto.

A Coruña es una ciudad más bien conservadora, acomodada, orgullosa de haberse hecho a si misma y de haber prosperado en un entorno climatológicamente complejo. Y eso lo notas en sus construcciones, en sus jardines, en la forma de hacer de sus gentes, en sus manera de vestir... Aunque claro, siempre te puedes topar de cara con alguna contradicción más, pues en mi segunda visita me crucé con la segunda "bicicletada desnuda", que nunca pensé ver en un lugar como éste.

A Coruña es una ciudad tranquila, con diversos parques, paseos o jardines. Una ciudad que da pie a pasear, y en la que es fácil encontrar un rincón silencioso para leer al aire libre. Sin embargo -y vamos por la enésima contradicción- sus habitantes tienen la sensación de que es ruidosa, con un tráfico caótico y unos transportes públicos casi inexistentes (en eso, igual les doy la razón). Es evidente que estos habitantes no se comparan con Madrid o Barcelona, pero yo lo hago en mis adentros... y no puedo evitar que se me escape la sonrisa.

Ahora bien, A Coruña -a parte de las contradicciones que daban pie a este post- es una ciudad hermosa y de obligada parada. Una ciudad con sus monumentos importantes (la Torre de Hércules, el castillo de San Antón... y, para algunos, el estadio del Riazor), su rica y generosa gastronomía, su entorno natural, etc. Una ciudad única en Galicia, tanto por su idiosincrasia como por su aspecto externo, voluntariosamente moderno y actual.

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