Llevo unos cuantos años yendo a Madrid, y lo cierto es que una misma ciudad puede parecer absolutamente distinta de un año a otro. Supongo que lo que ha cambiado son los ojos de quien la mira, y la influencia del entorno, pues la ciudad en sí –al menos en su casco histórico y monumental- no ha cambiado apenas. Madrid sigue siendo majestuosa y se nota como el peso de la historia pesa en cada rincón, en cada edificio, en cada piedra. Sin embargo, en mi último viaje me ha parecido más “capital del reino” que en otras ocasiones, más orgullosa y pagada de si misma, más segura de su poder. Y por qué no decirlo, más “pepera” que nunca.
Las impresiones no se deben sólo a lo que se ve, sino a lo que se siente, a lo que te cuentan, a lo que se rumorea… Que si Gallardón traslada su centro de operaciones y se lleva el tradicional Belén de Navidad con él; que si en la Tele autonómica no se habla de otra cosa que de “los pantanos” que inaugura Esperanza Aguirre; que si El Mundo entrevista a una pitonisa a página entera y ésta hace un pronóstico inquietante entre líneas: Aguirre, posible presidenta de Gobierno en vez de Rajoy; etcétera. Esto, unido a la ostentosa manifestación de la Iglesia en la Plaza Colón, pesa mucho e influencia bastante en la visión que te acabas llevando.
La verdad es que cuando estás en Madrid te da la sensación de que todo pasa ahí. Te sientes como en el centro de todo, en el meollo de la vida política, pero también económica, cultural, social… Cuando estás en Barcelona esto se te olvida, quizás porque TV3 hace lo posible y lo imposible para invertir la centralización. Y si digo esto es porque siempre que he estado en Madrid he estado al lado de la noticia más importante de esos días: ahora me ha tocado la concentración de curas, pero en verano me tocó la de gays, y en Navidades pasadas me tocó lamentablemente el atentado de Barajas. Todo pasa en Madrid. Todo se cuece en Madrid.
Este año, sin embargo, he podido observar también otro Madrid que desconocía. Gracias a nuestros anfitriones –tener a mi cuñado de guía es un auténtico lujo- he podido tomar café en el Gijón, al lado de Manuel Alexandre y Álvaro de Luna; he podido visitar la cripta de la Almudena y observar las tumbas de los asesinados Marqueses de Urquijo; he visitado La Encarnación; me he acercado a la monumental Alcalá de Henares; he descubierto monumentos, inscripciones y esculturas (la de Jorge Negrete, entre otras) que me había pasado inadvertidas; he pisado el antiguo y tenebroso teatro Infanta Isabel (casi especializado ahora en obras de misterio y terror); etcétera.
También hemos visto la cacareada, y realmente interesante, exposición sobre Andy Warhol y he descubierto por mi mismo un auténtico paraíso: la zona de Princesa, con cuatro cines de V.O. y más de 24 salas ofreciendo películas distintas simultáneamente, y en su lengua original. La verdad es que en cines y teatros nos ganan de calle…